Humor negro francés
Félix Fénéon (1861-1944) fue amigo de Toulouse-Lautrec, Bonnard y Signac; y miembro, junto a Mallarmé, Verlaine o Maeterlinck de la primera generación simbolista, en la que desempeñó además el papel de animador de sus mejores revistas literarias.
Ha sido reconocido también como uno de los mayores críticos de arte de la modernidad: estudió y catalogó a Seurat, investigó el arte africano y protegió al emergente Matisse desde 1906 al hacerse cargo de la sección contemporánea de la reputada Galería Bernheim.
Durante esa época tiene un epígrafe regular en el diario Le Matin titulado Nouvelles en trois lignes (Noticias en tres líneas), donde redacta hechos o sucesos reales acontecidos en ciudades o pueblos franceses. Las noticias reveladas se caracterizan por la redacción abreviada e irónica de Fénéon y nos acercan a un microuniverso de suicidas que no lo lograron, pecadores, justicieros, absurdos, infelices y miserables.
Louis Lamarre no tenía ni trabajo ni vivienda, pero sí algunos céntimos. Compró en una tienda de ultramarinos de Saint-Denis un litro de petróleo y se lo bebió.
*
El médico encargado de hacerle la autopsia a la señorita Cuzin de Marsella, muerta misteriosamente, concluyó: suicidio por estrangulación.
*
Desde su infancia, la señorita Mélinette, de 16 años, cosechaba las flores artificiales de las tumbas de Saint-Denis. Se acabó: ahora está en el depósito.
*
Scheid, de Dunquerque, disparó tres veces contra su mujer. Como nunca la acertaba, apuntó a su suegra: el tiro dio.
*
Por juego o en un deseo de incendio, fue fusilado nocturnamente, en Bonnières, un mechero de gas próximo a una cuba de petróleo.
*
"¡Morir a lo Juana de Arco!" decía Terbaud desde lo alto de una hoguera hecha con sus muebles. Los bomberos de Saint-Ouen se lo impidieron.
*
El mendigo septuagenario Verniot, de Clichy, murió de hambre. Su jergón ocultaba 2000 francos. Pero no hay que generalizar.
*
En el puente de Saint-Cyr, el pintor Maurice esperaba a su amiga. La mujer tardaba. De un balazo, el hombre se mató; ebriedad y neurastenia.
*
Trincado, en territorio de Belfort, por cinco aduaneros alemanes, Ronfort lanzó tales gritos que ellos huyeron a su país, espantados.
*
La solicitud de la policía versallesca obró con rigor sobre diecisiete menesterosos, que dormirán, menos mal, en prisión que en la estación donde se les detuvo.
*
El amor. En Mirecourt, el tejedor Colas alojó una bala en la cabeza de la señorita Fleckenger, y se trató a sí mismo con semejante rigor.
*
El 515 aplastó, en el paso a nivel de Monthéard (Sarthe), a la señora Dutertre. Accidente, se cree, aunque era muy desdichada.
*
Un buzo de Nancy, Vital Frérotte, que regresó de Lourdes curado para siempre de la tuberculosis, murió el domingo por error.
*
En Trianon, un visitante se desvistió y se acostó en el lecho imperial. Se pone en duda que sea, como él dice, Napoleón IV.
Ha sido reconocido también como uno de los mayores críticos de arte de la modernidad: estudió y catalogó a Seurat, investigó el arte africano y protegió al emergente Matisse desde 1906 al hacerse cargo de la sección contemporánea de la reputada Galería Bernheim.
Durante esa época tiene un epígrafe regular en el diario Le Matin titulado Nouvelles en trois lignes (Noticias en tres líneas), donde redacta hechos o sucesos reales acontecidos en ciudades o pueblos franceses. Las noticias reveladas se caracterizan por la redacción abreviada e irónica de Fénéon y nos acercan a un microuniverso de suicidas que no lo lograron, pecadores, justicieros, absurdos, infelices y miserables.
Louis Lamarre no tenía ni trabajo ni vivienda, pero sí algunos céntimos. Compró en una tienda de ultramarinos de Saint-Denis un litro de petróleo y se lo bebió.
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El médico encargado de hacerle la autopsia a la señorita Cuzin de Marsella, muerta misteriosamente, concluyó: suicidio por estrangulación.
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Desde su infancia, la señorita Mélinette, de 16 años, cosechaba las flores artificiales de las tumbas de Saint-Denis. Se acabó: ahora está en el depósito.
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Scheid, de Dunquerque, disparó tres veces contra su mujer. Como nunca la acertaba, apuntó a su suegra: el tiro dio.
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Por juego o en un deseo de incendio, fue fusilado nocturnamente, en Bonnières, un mechero de gas próximo a una cuba de petróleo.
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"¡Morir a lo Juana de Arco!" decía Terbaud desde lo alto de una hoguera hecha con sus muebles. Los bomberos de Saint-Ouen se lo impidieron.
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El mendigo septuagenario Verniot, de Clichy, murió de hambre. Su jergón ocultaba 2000 francos. Pero no hay que generalizar.
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En el puente de Saint-Cyr, el pintor Maurice esperaba a su amiga. La mujer tardaba. De un balazo, el hombre se mató; ebriedad y neurastenia.
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Trincado, en territorio de Belfort, por cinco aduaneros alemanes, Ronfort lanzó tales gritos que ellos huyeron a su país, espantados.
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La solicitud de la policía versallesca obró con rigor sobre diecisiete menesterosos, que dormirán, menos mal, en prisión que en la estación donde se les detuvo.
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El amor. En Mirecourt, el tejedor Colas alojó una bala en la cabeza de la señorita Fleckenger, y se trató a sí mismo con semejante rigor.
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El 515 aplastó, en el paso a nivel de Monthéard (Sarthe), a la señora Dutertre. Accidente, se cree, aunque era muy desdichada.
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Un buzo de Nancy, Vital Frérotte, que regresó de Lourdes curado para siempre de la tuberculosis, murió el domingo por error.
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En Trianon, un visitante se desvistió y se acostó en el lecho imperial. Se pone en duda que sea, como él dice, Napoleón IV.
3 comentarios
Lydia -
Ese no está mal, Parapo. Mi favorito, no obstante, es el del Napoleón IV en funciones XD
parapo -
magnifique! ;)
nadine -