Diarios (I)
Sobre mis lecturas:
Me cuesta terminar las cosas y hay dos razones:
a) Odio los finales en cualquiera de sus formas, así que intento leer un libro en el mayor tiempo posible (aunque a veces se vuelven demasiado eternos y tengo que agilizar bastante la actividad lectora).
b) Y me cuesta encontrar un momento idóneo al día para pararme a leer (los domingos por la tarde suele ser más fácil).
Por esto he preferido a lo largo del tiempo leer poesía. La poesía nunca acaba pero terminas pronto de leerla: la perfecta simbiosis. :)
Sin embargo últimamente la lectura de diarios está cautivándome con gran facilidad.
Alejandra Pizarnik (1936-1972), poeta argentina; era asidua lectora de diarios de otros escritores, especialmente los de Virginia Wolf y Frank Kafka. Los suyos trataban del amor, del deseo y de la angustia de sentirse no comprendida ni amada por los demás tal como ella era. Aquí dejo cuatro fragmentos de cuatro días recogidos en sus diarios:
7 de diciembre de 1965
Recordar que el viernes me sentí ángel. Locura furiosa. Y fue a causa de mi enorme silencio interno, de mi éxtasis, de mi volar mientras hacía paquetes en la sección Expedición. Y el sábado vino una voz que me dijo: Tú nunca morirás...
Una sola cosa sé: llegará la tranquilidad y llegará la paz. Y algún día no me importará nada.
10 de enero de 1961
Yo, naturalmente, fanática de la otra que soy. Por lo que me decía deduje que estuvo hablando de mí con Z., ambos censurando mi reiterada frase: Yo, que tanto cambié en París. Me gustaría que pudieran sentir, un solo día, lo que yo toda mi vida: morir de incoherencia, de deseos irreconciliables, asistir maniatados y amordazados al calidoscopio infame que forman las más horribles escenas de infancia sucedidas en una ruptura total con lo inteligible y lo esperado.
19 de febrero de 1961
Esta espera inenarrable, esta tensión de todo el ser, este viejo hábito de esperar a quien sé que no va a venir. De esto moriré, de espera oxidada, de polvo aguardador. Y cuando lleve un gran tiempo muerta, sé que mis huesos aún estarán erguidos, esperando: mis huesos serán a la manera de perros fieles, sumamente tristes en la cima del abandono. Y cuando recién muera, cuando inaugure mi muerte, mi ser en súbita erección restará petrificado en forma de abandonada esperadora, en forma de enamorada sin causa. Y he aquí lo que me mata, he aquí la forma de mi enfermedad, el nombre de lo que me muerde como un tigre crecido súbitamente en mi garganta, nacido de mi llamado.
25 de julio de 1962
He querido vencer esta muerte apostada en mi garganta. Y apenas aparezco todo se hace imagen lejana que está en un lugar al que accedo si me destruyo y me desmorono.
Pero el silencio es tan cierto, tan verdadero. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Alguien tal vez muchos- tiembla a mi lado. Gente que he amado. Todas mis habitaciones fueron tugurios de espectros, sumideros de llamadas ahogadas por mi orgullo, por este temor de ser rechazada por gente sin realidad, que no debiera importarme, dada su naturaleza invisible.
Debe de ser idiota esta creencia mía de que al escribir veré una señal, algo con que seguir. Nostalgia pura, en estado de pureza apremiante. El viento feroz, la cueva de harpías que me remiten a mi llamada de cada día.
Otros poemas.
Me cuesta terminar las cosas y hay dos razones:
a) Odio los finales en cualquiera de sus formas, así que intento leer un libro en el mayor tiempo posible (aunque a veces se vuelven demasiado eternos y tengo que agilizar bastante la actividad lectora).
b) Y me cuesta encontrar un momento idóneo al día para pararme a leer (los domingos por la tarde suele ser más fácil).
Por esto he preferido a lo largo del tiempo leer poesía. La poesía nunca acaba pero terminas pronto de leerla: la perfecta simbiosis. :)
Sin embargo últimamente la lectura de diarios está cautivándome con gran facilidad.
Alejandra Pizarnik (1936-1972), poeta argentina; era asidua lectora de diarios de otros escritores, especialmente los de Virginia Wolf y Frank Kafka. Los suyos trataban del amor, del deseo y de la angustia de sentirse no comprendida ni amada por los demás tal como ella era. Aquí dejo cuatro fragmentos de cuatro días recogidos en sus diarios:
7 de diciembre de 1965
Recordar que el viernes me sentí ángel. Locura furiosa. Y fue a causa de mi enorme silencio interno, de mi éxtasis, de mi volar mientras hacía paquetes en la sección Expedición. Y el sábado vino una voz que me dijo: Tú nunca morirás...
Una sola cosa sé: llegará la tranquilidad y llegará la paz. Y algún día no me importará nada.
10 de enero de 1961
Yo, naturalmente, fanática de la otra que soy. Por lo que me decía deduje que estuvo hablando de mí con Z., ambos censurando mi reiterada frase: Yo, que tanto cambié en París. Me gustaría que pudieran sentir, un solo día, lo que yo toda mi vida: morir de incoherencia, de deseos irreconciliables, asistir maniatados y amordazados al calidoscopio infame que forman las más horribles escenas de infancia sucedidas en una ruptura total con lo inteligible y lo esperado.
19 de febrero de 1961
Esta espera inenarrable, esta tensión de todo el ser, este viejo hábito de esperar a quien sé que no va a venir. De esto moriré, de espera oxidada, de polvo aguardador. Y cuando lleve un gran tiempo muerta, sé que mis huesos aún estarán erguidos, esperando: mis huesos serán a la manera de perros fieles, sumamente tristes en la cima del abandono. Y cuando recién muera, cuando inaugure mi muerte, mi ser en súbita erección restará petrificado en forma de abandonada esperadora, en forma de enamorada sin causa. Y he aquí lo que me mata, he aquí la forma de mi enfermedad, el nombre de lo que me muerde como un tigre crecido súbitamente en mi garganta, nacido de mi llamado.
25 de julio de 1962
He querido vencer esta muerte apostada en mi garganta. Y apenas aparezco todo se hace imagen lejana que está en un lugar al que accedo si me destruyo y me desmorono.
Pero el silencio es tan cierto, tan verdadero. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Alguien tal vez muchos- tiembla a mi lado. Gente que he amado. Todas mis habitaciones fueron tugurios de espectros, sumideros de llamadas ahogadas por mi orgullo, por este temor de ser rechazada por gente sin realidad, que no debiera importarme, dada su naturaleza invisible.
Debe de ser idiota esta creencia mía de que al escribir veré una señal, algo con que seguir. Nostalgia pura, en estado de pureza apremiante. El viento feroz, la cueva de harpías que me remiten a mi llamada de cada día.
Otros poemas.
2 comentarios
Lydia -
nadine -