Feos del mundo: dispersaos
Con la cantidad de hombres que pueblan el planeta y acabo compartiendo los sábado noche con los más feos.
Cada uno es como es pero, la verdad, ellos son feos. Después de conocer a José el Francés pero en castrati y a los FDC Feos De Cojones (así se hacían llamar ellos mismos), pensé que todo en esta vida estaba visto. Craso error. El sábado estuvimos con el hijo secreto de Frankenstein y con el hermano más alto de los Dalton. Pero no fue del todo espeluznante. Bien, a lo que iba, resulta que mientras intentábamos escapar de las miradas lascivas de Frankenstein Junior divisé a A, un vecino: me miró, le miré, me volví, me seguía mirando, le saludé de manera algo efusiva y muy sonriente, se quedó a cuadros, dudé que me conociera, pero ¿cómo no iba hacerlo?, me hice la loca, recé para que no pensara que era lo que no quise dar a entender, y me fui del lugar. Hasta ahí todo claro.
Ayer, mientras esperaba dentro del coche vi que la puerta de mi bloque se abría y daba paso a mi nuevo Dios de la belleza. De pronto pensé: pero si es miércoles por la tarde y va así, un sábado night tiene que ser espectacular..., el caso es que ahí venía con paso lento y decidido, con unos vaqueros que parecían cincelados sobre su piel, marcando todo lo marcable, camisa negra bisbalera y melena mojada, recién salido de la ducha. Y el caso es que ahí estaba yo, divisándolo, realizándole el mejor de los escrutinios posibles. Me miró, le miré, se volvió, le seguía mirando, hice el amago de saludarle, pero frené en seco, se hizo el loco, jeje, no hubo que rezar nada (quizás sí, pero no se cuenta). Yo, lógicamente, seguí mirándolo (hay que aprovechar), y él miraba de soslayo, luego se adentró entre las malezas. Empecé a pensar qué es lo que dan las madres de mi bloque a sus hijos para criar maravillas de la técnica y empecé a hacer un recorrido mental por cada uno de ellos. Como los Numerosos, a cual más bello entre los cinco hermanos. Parecen sacados de un catálogo del Pull & Bear. El del octavo, el Silencioso, el rubio que siempre va con gorra de baseball. El del quinto, que es la flor y nata de la ciudad, los del piso de estudiantes, y los hermanos del primero... pensando en esto, vuelve a aparecer el Dios de la belleza que llegaba ahora con su hermano A, el que saludé el sábado. Y allí estaban, los dos hablando, como no había sitio en la calle, allí tuvieron que ponerse: a mi vista. A no está mal, pero es muy joven. Y su hermano, el Dios, que se me pone delante pero de espaldas, tal que así:
Y yo: tranquila, esto pasará, no, no mires, además, no están a tu alcance... y de pronto surge el rostro de Frankenstein Junior, que brota de las tinieblas de mi mente y me recuerda: eeoo, nos veremos el sábado...
Cada uno es como es pero, la verdad, ellos son feos. Después de conocer a José el Francés pero en castrati y a los FDC Feos De Cojones (así se hacían llamar ellos mismos), pensé que todo en esta vida estaba visto. Craso error. El sábado estuvimos con el hijo secreto de Frankenstein y con el hermano más alto de los Dalton. Pero no fue del todo espeluznante. Bien, a lo que iba, resulta que mientras intentábamos escapar de las miradas lascivas de Frankenstein Junior divisé a A, un vecino: me miró, le miré, me volví, me seguía mirando, le saludé de manera algo efusiva y muy sonriente, se quedó a cuadros, dudé que me conociera, pero ¿cómo no iba hacerlo?, me hice la loca, recé para que no pensara que era lo que no quise dar a entender, y me fui del lugar. Hasta ahí todo claro.
Ayer, mientras esperaba dentro del coche vi que la puerta de mi bloque se abría y daba paso a mi nuevo Dios de la belleza. De pronto pensé: pero si es miércoles por la tarde y va así, un sábado night tiene que ser espectacular..., el caso es que ahí venía con paso lento y decidido, con unos vaqueros que parecían cincelados sobre su piel, marcando todo lo marcable, camisa negra bisbalera y melena mojada, recién salido de la ducha. Y el caso es que ahí estaba yo, divisándolo, realizándole el mejor de los escrutinios posibles. Me miró, le miré, se volvió, le seguía mirando, hice el amago de saludarle, pero frené en seco, se hizo el loco, jeje, no hubo que rezar nada (quizás sí, pero no se cuenta). Yo, lógicamente, seguí mirándolo (hay que aprovechar), y él miraba de soslayo, luego se adentró entre las malezas. Empecé a pensar qué es lo que dan las madres de mi bloque a sus hijos para criar maravillas de la técnica y empecé a hacer un recorrido mental por cada uno de ellos. Como los Numerosos, a cual más bello entre los cinco hermanos. Parecen sacados de un catálogo del Pull & Bear. El del octavo, el Silencioso, el rubio que siempre va con gorra de baseball. El del quinto, que es la flor y nata de la ciudad, los del piso de estudiantes, y los hermanos del primero... pensando en esto, vuelve a aparecer el Dios de la belleza que llegaba ahora con su hermano A, el que saludé el sábado. Y allí estaban, los dos hablando, como no había sitio en la calle, allí tuvieron que ponerse: a mi vista. A no está mal, pero es muy joven. Y su hermano, el Dios, que se me pone delante pero de espaldas, tal que así:
Y yo: tranquila, esto pasará, no, no mires, además, no están a tu alcance... y de pronto surge el rostro de Frankenstein Junior, que brota de las tinieblas de mi mente y me recuerda: eeoo, nos veremos el sábado...
3 comentarios
PoisonGirl -
A mí más de una vez se me ha ocurrido darle al botón del ascensor para quedarme encerrada con alguno de ellos :P jeje
Pandora -
Dark Angel -